Es tremendo, tenemos un millón de planes, cenas, excursiones concentrados en tres o cuatro días. El programa de fiestas está apretadísimo y es que se empiezan a acabar las vacaciones para algunos familiares y amigos e intentamos apurar el tiempo y los planes para estar el máximo tiempo juntos como si no los volviésemos a ver en un año. A mi me da una pena... me da tristeza pensar que están tan lejos y si hay niños pequeños por el medio, como es algún caso, aún me entristece más porque aquí se lo pasan pipa y en sus respectivas ciudades de residencia, no tienen primos o no los ven todo lo que les gustaría, ni a todos sus tíos ni abuelos... luego son felices por supuesto y es una sensación mía nada más, pero siempre que se van después de estar con nosotros prácticamente un mes, me entran estas cosas raras, siempre fui un poco gallina clueca y me gusta tener a mis polluelos juntos así que cuando se desmandan... me intranquilizo, es un instinto de protección exagerado e innecesario hacia todos ellos pero me resulta inevitable, qué le voy a hacer.
La misiva del post anterior como suponía, no surtió efecto. Pero no voy a cejar en mi empeño, seguiré escribiendo y pidiendo comentarios y ahora que ya estabilicé mi dirección del blog (que cambié porque me dí cuenta de que contenía un error), voy a ver si soy capaz de fidelizar a alguien.
Mañana jueves se inicia la primera despedida y terminaremos de decir hasta siempre el lunes con una cena en mi casa. Por cierto, que a mi santo le va a dar algo: aún no se ha cogido ni un día de vacaciones y dudo que pueda hacerlo... otra penita más.
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