jueves, 28 de agosto de 2008

El tomate que sabe a tomate


Ayer cenamos en esta santa casa una tortilla española con una ensalada de tomate y cebolla. El tomate me lo había dado unos días antes mi vecina que tiene un huertito y planta algunas verduras. Ayer no tomamos un tomate normal, no. Tomamos un tomate que sabe a tomate y nos supo a los dos a gloria, qué bueno!!!!!!!! cualquier parecido con los tomates que compramos habitualmente es pura coincidencia, cuando te tomas uno de verdad es cuando lo descubres.

Me gustaría hacer una huerta y plantar tomates, judías, lechugas,  pero hay dos problemas, o dos razones que no me dejan, la primera es excusa: con dos perros y mil o dos mil gatos de los alrededores que vienen por aquí a ver qué pasa, es imposible. La segunda, es de peso: soy muy vaga. A veces también me da lechugas y calabacines y tampoco tienen nada que ver con los del súper. La foto es de la última vez que me dio unos calabacines, inmensos!!!!!!, bajaba de la ducha tan ufana y me había puesto ya el mandil para entrar en faena pero antes no me pude resistir a su imagen y los retraté. No sé cómo se suben las fotos, estudiaré la jugada y la subiré porque es digna de ver. Voilà!
El jueves me parece el mejor día de la semana, salvo hoy que se me están acabando las vacas y preferiría que fuera jueves, pero el jueves anterior y entonces sería el día que vinieron S. y X. a cenar a casa para despedir a X. que se incorporaba a su trabajo en Barcelona. Fue una cena divertidísima; nos enseñaron a preparar el auténtico mojito cubano. Se trajeron todos los ingredientes: la hierba buena de la finca de sus padres, el sifón, limas, hasta el azúcar!, todo salvo el hielo picado, única aportación de la casa. Hoy se va la otra mitad con la niña y no sé cuándo los volveremos a ver, mientras tanto, me quedan sus mojitos de recuerdo.

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