Este mundo bloggero se entiende, poco a poco voy conociendo más blogs y más personas y cada día me sorprendo más. Nunca había imaginado que con un blog uno se pudiera emocionar tanto leyendo las historias de otros, reir o llorar o incluso, como me ha pasado este fin de semana, las dos cosas a la vez, como con un buen libro. He descubierto a Carmen, y su vida y la de su pequeño Daniel me han hecho reflexionar mucho sobre la mía. Mucho. Me encanta encontrarme personas con esas ganas de vida y esa fuerza, son toda una lección.
Mis vacaciones están llegando a su fin. Siempre me pasa que la última semana estoy constantemente viviendo momentos extra: hoy lunes por ejemplo, me levanté y me dije "el siguiente lunes estarás delante de un ordenador pero en otra circunstancia, no en pijama ni con mis perros, ni sentada en mi porche... así que a disfrutar", y así sucesivamente con las demás horas y los demás días. Es una estupidez ya lo sé, pero me gusta hacerlo porque es como si le acompañara un extra a cada día y tengo la impresión de que lo disfruto aún más si cabe. Mi trabajo no me mata en cuanto a cansancio físico sino que me cansa psicológicamente porque me paso los otros meses preocupada por plazos, por cómo resuelvo los problemas de la gente, cómo enfoco su asunto... y esto hace que no descanse mi cabeza ni deje de pensar, por eso valoro tanto estas semanas de paz interior, de no pensar nada más que en disfrutar de mi casa, mi familia, mis perros, mis amigos y sobre todo, de mi santo. El pobre es el que más padece mis preocupaciones, lo tengo frito el resto del año así que esta temporadita de vacas que me ve disfrutar de la vida le pone tan contento... es un sol, un sol con sonrisa además como el de la bandera de Argentina (cómo se notan las olimpiadas)y yo por supuesto, lo adoro.
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