No, ninguno

Así dice no mi sobrino de dos años y medio. Quieres pis, quieres más, quieres dormir, quieres pintar, darle a tu hermano tu juguete, prestar tu moto... así hasta el infinito, no ninguno, a lo que sea. A mi no deja de hacerme gracia que su respuesta sea tan rotunda. Me encantaría contestar así tantas veces; en su enoooorme vocabulario es más importante ninguno que nada o que el no a secas, qué explicaciones más hacen falta, no ninguna.

Hoy tuve día de no, ninguno. Llevaba todo el verano haciendo poca vida familiar porque sinceramente estaba hasta el gorro de niños, mayores, abuelos, nietos, hermanos, lo bueno en mi caso, casa, es que no tengo que dar explicaciones, simplemente no voy y listo. Vuelvo cuando me apetece y esa tranquilidad me da mucha vida. Vuelvo cuando lo extraño, como hoy. Llegué al mediodía y me fui para el partido de baloncesto. Hice el completo: aperitivo hasta las mil, cerveza, albariño, navajas a la plancha con arenas que mi padre hace muy bien pero depura mal, comida entre pupitres, colores, alguna conversación adulta, hoy algo tan poco manido como la diferencia entre hombres y mujeres; y licor café y el primer cumpleaños del niño más guapo del mundo, mi sobrino pequeño, hermano de noninguno, que tiene los ojos más azules que ví en años, y los rizos más redondos, y la sonrisa más llena de salud, y... sí, es mi favorito, sí. Luego, nos fuimos las de siempre de paseo por esta parte del mundo con los carros cargados con durmientes, que ya son dos, dejando todas las copas, tacitas de café, vasitos de chupitos, mantel... al encargado mayor. Todo estuvo bien, pero lo mejor fue llegar y ver a abuelo y nieto fregando, uno con setenta, el pequeño ni siquiera con tres, mi padre con guantes rosas puestos y paño al hombro, el pequeño con el suyo a media asta pero dándole conversación, como hacemos los buenos pinches. Yo, es que creo, que si mi padre no existiera en mi vida, tendría que inventarlo.