Estas vacaciones están dando mucho de sí. Por primera vez en años son sólo dieciséis días, no un mes, e igual por eso, estoy disfrutándolas minuto a minuto. No estoy haciendo nada del otro mundo, sólo lo que más me gusta: descansar, pasear, leer buenos libros, gastronomía y pequeñas excursiones. Pero con todo, y hasta su ecuador, lo mejor de estas vacaciones está siendo un par de descubrimientos que me tienen con la boca abierta varias horas al día. Por un lado, el desconocido, y prácticamente único, espacio amplio a la sombra en la finca al que huí despavorida el primer día de las vacaciones arramblando con todos los enseres que encontré a mi paso (tumbonas, mesita), y al que llegué gracias a la canícula brava que aniquiló todas las reservas de agua que mi cuerpo, abundante, es capaz de almacenar y dejó al pobre porche relegado a actividades nocturnas. Todo paz y tranquilidad: pájaros, perros, personas y verde en absoluta armonía.
Y por otro, Tiempo entre costuras, no-ve-lón, de María Dueñas.
El primero de los descubrimientos es difícil de entender: llevo cuatro años viviendo aquí, claro que nunca con un calor tan grande en intensidad y largo en días; el segundo, no: soy lectora de lo que me pongan por delante, estándar o no, con un único requisito para triunfar: me tiene que pellizcar tanto como éste lo ha hecho.
Empecé el día 1 con La casa de los amores imposibles de Cristina López Barrio, me gustó, más que nada me entretuvo y una madrugada que me desperté y no conseguía volver a dormir, me hizo llorar de pena por nada especial. Luego vinieron los años 30- 40 de la modista de tiempo entre costuras, me atrapó de una forma que hacía tiempo no me pasaba, y sentí la felicidad más absoluta tumbada en mi hamaca, a la sombra, con una jarra de agua bien fría con sus hielos en la mesita baja y devorando hoja a hoja la historia de Sira Quiroga (un sólo pero: concretar el abierto final de algunos personajes, después de pasarme con ellos tantas horas, me lo merecía). Se terminó y me quedé vacía de historia, decidí invertir el orden de los libros que tenía preparados para estas vacaciones y decantarme por uno de detectives/investigadores que había dejado para el final, La niebla y la doncella de Lorenzo Silva, no quería traicionar a Sira tan pronto; no me equivoqué con la elección: ella todavía está conmigo pero el sargento Bevilacqua se está haciendo su hueco y me estoy divirtiendo con él.
Por cierto, las vacaciones son el mejor invento del mundo.
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4 comentarios:
Oí hablar muy bien de "El tiempo entre costuras", en pleno otoño, a través de "Deluxe", la hermana de "Démo" de "Todo un punto reloaded". Como soy muy curiosa con los libros, indistintamente de lo bien o mal que se hable de ellos, me adentré a leer su argumento. A mí no me convenció. Después de eso, he oído hablar, mucho, muchísimo de él, a distintas personas, y siempre bien, salvo a una. Voy a comprar, y lo veo. Lo tomo, lo releo, lo palpo un rato, lo huelo, y lo dejo donde estaba. Sin embargo, hay uno que pensé "cuando salga en edición de bolsillo",(porque últimamente compro, compro y luego no leo nada, a pesar de haber sido una devoradora de libros durante años) y ahora, he dejado de ver: "Cartas que siempre esperé" de María de la Pau Janer. Ése me persigue, y sé que me haré con él.
Un beso de lunes. El tuyo de vacaciones.
De ese libro oí hablar muy mal pero tiene un título precioso y no creas que no me ha llamado a mi también alguna vez, pero no, no lo he leído, dále su oportunidad y me lo cuentas, ok? Un abrazo.
Ayer justamente, ví a María Dueñas en la tele, en una entrevista. Su novela la tengo pendiente, quise cogerla en la biblioteca pero hay lista de espera. No importa, ya caerá.
biquiños,
Ay, pues me hubiera gustado verla, una persona que me enganchó con su historia no puedo dejarla pasar. Cógela en cuanto puedas!!! Ojalá la disfrutes tanto como yo!!!!
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