domingo, 20 de junio de 2010

Invitada real

Nada nuevo descubro si destapo mi pasión por las bodas. Me fascinan. La mía propia me daría para escribir un libro: podría decir que fui muy feliz si de un acontecimiento y de un solo día hablamos; así mido mi felicidad, en unidades de medidas menores, con las horas a la cabeza: estados mentales/físicos de plenitud horaria, que van aportando montoncitos de felicidad al mismo saco; hombre, no me paro a sumarlos, pero si lo hiciese, igual me convertirían en una persona feliz muuuuchas horas de la vida. Un paseo, el mar, una buena cena, una buena sobremesa, una comida familiar debajo del ciruelo, un tintazo al atardecer en mi porche con mi novela o, sin ir más lejos, un buen desayuno con medias noches y un nespresso un sábado como el de hoy.

Y así es, o así son esos momentos que decía: lo que empezó de cine no se supo imponer y al final, en el sorteo, me tocó un día de mierda clásico, de los días de mierda de toda la vida. En plena remontada, a eso de las tres y media de la tarde y a la vista del éxito, me ví buscando en internet entretenimientos/evasiones varias, y ví que se casaba una princesa en una de las ciudades más bonitas que conozco: Estocolmo, y me enganché, encontré un link de una televisión sueca que lo dio to-do-to-di-to-to-do, desde la ceremonia hasta el vals... Con una imagen y un sonido perfectos. Se puede llorar en sueco? yo lo logré, me habría dado igual cualquier idioma; no entendía ni papa de lo que decían pero hay un idioma universal al que no aludo para no espantar a más lectores después de esto que cuento hoy. Pero existe, mis ojos lo certificaron.

No descubro tampoco nada que no sepa nadie si digo que el vals de mi boda lo tengo grabadito, y el de bodas amigas también, y que cortar la tarta es un capítulo más de la novela, y sí, que sí, que las tradiciones me gustan, las trato de mantener, y casi, casi de fomentar. Soy de vals divertido, que haylos, y de cortar la tarta; el otro día me dijeron que eso no se lleva hoy... y eso es una moda? No iría yo a la última, sin duda. La que ví esta tarde con mis ingentes conocimientos de sueco me chifló, ella estaba guapísima, un vestido cómodo y bonito, él en su papel perfecto, me gustaron físicamente. Esta retransmisión en España es impensable, por los carroñeros, claro. Me entretuve no sólo viendo vestidos (por cierto, me acordé de Moli: coge a según qué paisanas y no les deja ni el moño) sino que me di cuenta que las bodas, bodas son, seas una princesa, seas una rana... Hablarán tus seres queridos, beberán blanco, tinto, champagne, y chupito, no logré identificar el licor del final pero gustaba mucho, lo que se ponga a tiro básicamente, y bailarán, y felicitarán a los novios desde sus sillas, y los novios guiñarán un ojo a sus íntimos levantando su copa, y la novia llorará con las palabras de su padre y con las de su marido, y viceversa... Entendí todas esas palabras en mi sueco internacional, que no pasa del ya, sí , y de tack como gracias. Me dio igual, conozco el idioma universal del que hablaba antes, suficiente. Y luego, ví las ganas del personal de ponerse a bailar como locos, y una copita, y mil o dos mil más, depende del aljibe...como en España, insisto.

Se pudo ver todo eso y con elegancia además porque la retransmisión evidentemente no mostraba nada mientras comían sino entre plato y plato, esos entreactos que pueden ser tan divertidos en las bodas si tienen su tempo justo; no, si son muy lentos y tardan en exceso: acaban con las existencias del albariño que sirvan o con la salud etílica de los comensales; tampoco si demasiado rápidos: puedes dejar de apreciar manjares o, a lo peor, te llevan el plato justo cuando te habías dejado como remate final la salsita para mojar el último pan.
Fue muy, muy, interesante asistir a una boda que poco se diferenció de la mía si no fuera por las esmeraldas y rubíes, bueno, igual ni eso, sólo que en las de aquí son de pega. Acostumbrada a otro tipo de joyas, las buenas parecen mentira. Fue sobre todo, francamente, bonita.

Por cierto, que nadie me vuelva a decir que la princesa de aquí le da pena, por favor! sentada entre un ministro sueco y el mariscal del reino, pudiendo enriquecerte (no económicamente por supuesto) todo lo que quieras o más, seas rojo o verde, de izquierdas o de derechas. Que hay sinsabores y pérdidas?, toma, claro, únanse al club. Seguro que ella no cambia su vida por nada del mundo. No me extraña, yo tampoco la mía.
Mira, Victoria, ni me conoces ni me esperas hoy, pero hoy fui tú un 27 de julio de hace nueve años. A mi escala, claro, pero tú. Que seas feliz, no es fácil, pero es; por momentos, se es.

Mi regalo para el novio ya existe y es insuperable...

2 comentarios:

Alegría. dijo...

Tú sabes vivir, sabes disfrutar.
No coincido contigo, pero eso, es lo de menos.
Un beso dominguero, con el estómago lleno;-)

coro dijo...

En la variedad está el gusto, verdad?. Otro dominguero para ti.