Silencio, por favor...

Viernes. Pero hoy, viernes raro, sí. Ayer fue un día difícil en mi familia materna. Los viernes, a pesar de las tristezas, son viernes, pero hoy es un viernes sin una persona que siempre me hizo feliz y esto es duro de digerir. Es cierto que parece imposible pero sí, mi tío siempre me hizo feliz... con sus mimos, palabras amables, achuchones... siempre.

Definitivamente, cuanto más conozco al género humano, más quiero a mis perros.

Cómo es posible que una persona se comporte igual en un tanatorio que tomando cañas. No lo puedo entender. Llegan, besan, dicen como papagayos "qué le vamos a hacer, así es la vida" y listo, a partir de ahí, no acompañan, sólo están y ya de paso…ven a gente que hace tiempo no veían, conversan, y ríen, y hasta alzan la voz… no puedo, lo siento, no puedo con esto. Cerca tenía unos ojazos grandes y rasgados, bellísimos, profundamente tristes por la pérdida de un padre, y no podía evitar intentar protegerla para que no oyera, no viera, pero no hubo modo de evitarle pasar por el trago de ver y oír que su tristeza infinita no era palpable para todos esos que estaban allí venga a reír y a hablar de tonterías.

Jamás un perro se habría comportado así, jamás, son sumamente empáticos y detectan la tristeza, como la risa o el humor de las personas que tienen al lado, y si notan pena, no solo están sino que acompañan… no hace falta que nadie se lo enseñe, lo hacen naturalmente… Respetan el dolor como verdaderos compañeros.
Ayer, pensé precisamente en esto mientras trataba en vano de consolar aquellos ojos, cómo es posible que el humano de mi alrededor no perciba la tristeza y se mantenga callado, reservado, respetuoso, como un verdadero acompañante de penas… o peor, que la perciba y la obvie. A muchos se lo tendrían que haber enseñado de pequeños, qué digo enseñar, eso no se enseña, no se aprende, no se educa, sólo se siente, naturalmente…

Lo dicho, ay mis chichos...