Llegué

Una nueva teoría, enésima, lógicamente tan absurda como las anteriores y tan propia como la mi vida misma: hay canciones que si las oyes estando en un garito, puedes incluso salir huyendo, y luego resulta que la oyes en tus cascos a un volumen poco recomendable, alto me refiero, y es música diez. Lo había sido y murió pero, después de muchos años, a según qué volúmenes puedes recuperarla para tu vida útil, para correr en mi caso. Evidentemente, tenía que gustarte antes para que ahora te diga algo, vaya, nada nuevo. Así de amor y odio, o mejor dicho, olvido, es mi relación con Fito y los suyos, sobre todo con esta canción, me cronometro y consigo cantarla al mismo ritmo que hace dos años, o digamos que consigo una media tan honrosa como cuando los oía a diario. Conste, con algunas de Fito así hasta el infinito.

El fin de semana empezó el viernes, mi fin de semana hace unas horas. No he leído, visto, buscado, escuchado nada. Nada. Hemos tenido un viernes y sábado marchoso, lo cual, obvio, nos gusta, si no, no lo tendríamos, pero el fin de semana es finito y mis horas se me van,  y ahora, cuando ya se han ido todos y hemos recogido todas las desfeitas, pienso en mariachi, nada como el mariachi para darme vida y hacerme más alta, con mi altura tiene mérito; soy lo suficientemente hortera como para que la bikina me sirva de ejemplo de canción de bienvenida a esa otra vida. Qué gusto conocerse. Me da toda la vida que necesito para pensar que el fin de semana siendo todo lo finito que es, es eterno. Los mojitos ayudan, no hay duda. Pero calma, que nadie se me asuste, Abba lo dejo para otro día. Soy consciente de lo ridícula que puede resultar una persona sentada en una mesa con música a todo volumen por toda compañía y cantando al mismo tenor. Ahora que fíjate si soy fácil, música, mojito, porche. Llego tarde, pero llego. En nada me pongo las pilas.