Poder de seducción.

Partiendo desde Vigo, hicimos una excursión a Malpica, está en la Costa da Morte y allí habíamos quedado con unos amigos. De la provincia de Pontevedra a la de A Coruña, Malpica está a dos horas y poco de nuestro punto de partida. El primer tramo es por autopista pasando por este magnífico nexo de unión entre las dos partes de la ría, el Puente de Rande. Este puente tiene un efecto calma para los de Vigo: cuando un vigués lo atraviesa después de pasar mucho tiempo fuera de la ciudad, se siente ya en casa. De día o de noche, y desde el coche, son preciosas sus vistas:

Malpica es un pueblo marinero al uso, ha crecido sobre una ladera amontonando casas sobre el puerto, sin orden ni concierto, pero con su encanto; han hecho un paseo de piedra y desde sus barandillas se sube o se baja a su núcleo central: puertos, barcos, mar. Comimos en el Restaurante que se llama Antonio las mejores cigalas a la plancha que tomé en mucho tiempo y un rodaballo a la plancha que se deshacía de lo fresco, en su punto y bien preparado que estaba. La pareja de amigos con los que íbamos, geniales por cierto, no nos dejaron ni mirar la carta, menos pagar una caña, así que no sé el precio, claro que viendo el tamaño y el sabor... es-pec-ta-cu-lar. Querían llevarnos a las Garzas, que parece ser es el mejor del lugar pero no había sitio, este no me lo pierdo, claro que, igual ya el verano próximo. En cualquier caso, si hay que ir, se va, pero mejor con unos días, no sólo por Malpica, que en unas horas está lista, sino por recorrer la Costa da Morte, eso sí es un espectáculo.
 
Volvimos tarde y al atravesar nuevamente el puente, la luna, el reflejo de lo que quedaba de la puesta de sol, el mar... todo, se confabuló para que yo también me sintiera en casa al volver. Increíble su poder de seducción.Y el de las cigalas, y el de un día fantástico, y el de unas largas conversaciones con amigos, y el de un albariño exquisito...