Sueños

Ejemplo práctico de suma: C. La conocí hace cinco años, cuando a ella ya no le hacía tanta falta, pero yo no lo sabía. Desde que nos presentaron fueron mil cañas al salir del despacho, mil conversaciones, mil preocupaciones de ella por su madre, mías por mil cosas, sonrisas en general y lágrimas en particular. Ella vivía en mi ciudad pero no de nacimiento. Su familia, al margen de su marido, estaba lejos, ella se sentía sola en una ciudad que no es precisamente fácil y su partenaire decidió juntarnos: él y yo nos conocíamos mucho de los veranos de la villa, donde por cierto, hoy vivo. Sabía que íbamos a enterdernos. Y nos entendimos, aunque algo tarde, sólo fue un año el que nos disfrutamos, o menos, porque en el verano de ese año se fue a una vida mejor, a su lugar de origen y junto a los suyos, sin su madre para su desgracia, pero en casa.

Organicé una cena de despedida en el piso en el que vivíamos en la ciudad y, aún hoy, conservo la sensación del abrazo final de esa cena, L. la esperaba en la puerta del ascensor y las dos nos enganchamos durante un rato, ni sé, con nuestras lágrimas y nuestros suspiros... Hoy por hoy, sigo echándola de menos, quiero verla, abrazarla, conocer a su segunda hija, reírme, hablar, hablar y hablar. Como hacíamos. Sumar sumé, no hay duda. Sumamos, es cierto. Compartimos profesión, lo cual une, claro, pero con este solazo de mujer cualquier cosa me habría unido.
Hoy soñé con ella. Hace muuuuuuucho que no nos vemos, igual es que ya nos hace falta nuestra dosis.