Lo confieso: soy devota de la semana santa sevillana... Hoy por la noche me desperté a las cinco de la madrugada y como no me dormía me puse a oír la radio, Carlos Herrera estaba retransmitiendo la madrugá y pensé que era lo perfecto para dormir, já: eran las siete y cuarto de la mañana y seguían cayéndome las lágrimas...
Hace diez años, asistimos a la semana santa en el sur, estuvimos en Granada, Córdoba y Sevilla, y en ésta última nos hizo de cicerone un "capillita" como se llama allí a los que lo saben tó de la semana santa y no se pierden una, nos llevó y nos enseñó a la Esperanza de la Macarena, la de Triana, el de la Salud... los nazarenos del Gran Poder, y lo vimos desde puntos estratégicos de la ciudad donde podíamos casi tocar el palio del paso, qué es una "bulla" y cómo hay que comportarse en una, cómo "mecen" a la Esperanza, cómo la lucen... la levantá y "vamos, valientes, aguantarse ahí, mi arma" les decía el capataz a su costaleros, "al cielo"! decían ellos... Verlo in situ, de día, me impresionó, lo cual no tiene mérito porque soy de natural impresionable, pero sí cuando el impresionado es un no creyente como mi in-law que se quedó mudo, vaya, como el resto; a él no se le caían las lágrimas pero no articulaba palabra... Es un espectáculo, sinceramente.
Y hoy, en lugar de verlo de día, lo oí de noche, y fue de poner "loj bello de punta" como dijo el locutor, sobre todo la llegada de las cofradías a La Campana, los florines, saetas, los aplausos, la gente de pie absolutamente entregada, mecida a la izquierda, atrás... Qué emoción. Me costó volver a dormirme.
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